El cuadro dentro del cuadro

Josep Pla dice que las historias de anticuarios son siempre divertidas. No sé si las historias que les he explicado durante estas diez semanas lo han sido pero si sé que las he escrito pensando en el autor de Coses vistes.  Cierro, pues, con la Exposición pública de un cuadro de Joan Ferrer Miró, una de las obras que más me gustan del MNAC.

Hacia 1880 nuestro pintor instaló su taller en un cuarto piso de la calle Llibreteria de
Barcelona y es allí donde pintó esta obra premiada con la medalla de oro en la Exposición Universal de Barcelona de 1888 . El cuadro es una crónica social en torno al escaparate de una casa de reproducciones ante la que se apilan curiosos en un día lluvioso. La tienda lleva por título “Photographer booksellers” tal y como se puede leer en el dintel de la puerta, lo que nos podría llevar a pensar que la escena pasa en Londres. Pero al poder leer la palabra “coiffeur” invertida en el cristal del escaparate, justo debajo del rótulo de nuestro establecimiento, por el reflejo de la peluquería de enfrente,  sabemos que estamos en París .

Lo que más me gusta de este chef-d’ouvre de Ferrer Miró es el suspense que crea en la atmósfera del cuadro como el fotograma de una película de Hitchcock. Pasan muchas cosas mientras los curiosos se amontonan ante el escaparate. Un chico, en primer plano, ha dejado la fruta y las verduras que lleva mientras se ata el zapato. Una hombre sale del establecimiento llevando un cuadro sin embalar, lo que indica que aquí no sólo venden reproducciones. Otro hombre enciende un cigarro. Y hay un gusto por los pequeños detalles: los dobladillos desiguales del pantalón de un curioso, el caballete y la tela que lleva un artista, los fragmentos de un tiesto de barro sobre la firma. Pero lo que más me fascina es la invención de ocultar el gran cuadro que los personajes miran. El espectador,-nosotros-, puede ver las reproducciones fotográficas en grisalla,-incluso podría, como el numismático, identificarlas todas-, pero el ángulo de la composición no permite ver el cuadro que los curiosos miran, y del que sólo percibe un fragmento inteligible y el gran marco dorado. Este es el mundo que hay detrás de las imágenes, el backstage de la pintura, el territorio que durante diez entregas hemos compartido.