Dalí y Barcelona, ocho décadas de encuentros y desencuentros

Un libro repasa la relación entre el pintor surrealista y un ciudad que «tiene que acabar de entenderlo»

Cadaqués lo presenta al mundo como hijo pródigo y vecino ilustre y Figueres lo ha convertido en uno de los pilares de su estrategia turística,pero con Barcelona la cosa cambia. Incluso en Madrid puede encontrarse una plaza y un monumento bautizados en su honor pero aún hoy, 28 años después de su muerte, es imposible toparse con una calle, avenida o cualquier otro rincón que lleve por nombre el de Salvador Dalí en la capital catalana.

Una deuda histórica que da cuenta de la tirantez de las relaciones entre el pintor ampurdanés y la ciudad de Barcelona y que sobrevuela ahora sobre «Dalí y Barcelona», libro del historiador y crítico de arte Ricard Mas y publicado por el Ayuntamiento de Barcelona que repasa ocho década de encuentros y desencuentros a partir de 400 ilustraciones y medio centenar de testimonios.

«Barcelona tiene todavía que entender a Dalí», señaló en declaraciones a Efe Mas, quien ha documentado los pasos del genio surrealista por la capital catalana desde sus primeras visitas al Park Güell a principios del siglo XX hasta su última visita a la Clínica Quirón dos meses antes de su muerte.

Pese a su fuerte vínculo con Cadaqués, Dalí convirtió Barcelona en fuente de inspiración y zona de recreo a jornada completa. Aquí fue donde organizó sus primeras exposiciones individuales al amparo de las galerías Dalmau y Parés y donde pudo convertir la obra de Antoni Gaudí en una influencia de primera mano, pero también fue aquí donde copó páginas de las secciones de sociedad y desairó a políticos comoJordi Pujol celebrando la Medalla de Oro que le otorgó el expresidente con una ventosidad.

Es por eso que «Dalí y Barcelona» revisa por igual la obra del artista, sus exposiciones e influencias y sus vivencias y ocurrencias como excéntrico verso suelto de la sociedad barcelonesa desde su atalaya en la habitación 108 del antiguo Ritz, algo así como su base de operaciones en la ciudad a partir de 1948. Desde ahí Mas sigue los pasos de un Dalí que alternaba las visitas al médico con excursiones a tiendas como la Taxidermista o la Herboristeria del Rei y escapadas para ver corridas de toros y zarzuelas.

De todo ello dan buena fe testimonios como la cantante Maruja Garrido, el chófer Blai Matons, el mentalista Uri Geller, el piloto de helicópteros Josep Soler-Roig, la madame Señora Rius, el escultor Xavier Corberó, el restaurador José Monje o el anticuario Artur Ramon. Ninguno de ellos, sin embargo, ha conseguido corroborar esa leyenda urbana que asegura que el pintor invitó a cenar a los Beatles al hoy desaparecido Reno y obsequió a cada uno de los fab four con un consolador.

Barcelona fue, no hay duda una suerte de patio de recreo para el artista ampurdanés -no hay más que ver el delirante videoclip de «Es mi hombre» de Maruja Garrido-, pero todo se torció, señala Mas, en septiembre de 1975, cuando reaccionó a los últimos cinco fusilamientos del régimen franquista asegurando que «aún deberían ejecutar a más gente». Después de aquello, apunta el autor, a Dalí se le hizo el vacío y no sería hasta el momento de su muerte que «el Ayuntamiento de Barcelona se afanó en entregar a Dalí la Medalla de Oro de la Ciudad antes de que fuera enterrado, con un Pasqual Maragall imponiendo con prisas en Torre Galatea la medalla al cadáver».

La ideología, sin embargo, sigue siendo uno de los principales escollos para que Dalí encuentre su sitio en Barcelona. «Se debería hablar de sus simpatías u oportunismo con el régimen de Franco, en medio de una intelectualidad mayoritariamente de izquierdas, pero Dalí es en realidad un conservador libertario, o, como él mismo dice, un anárquico monárquico», relata Mas, quien recuerda que «Barcelona no obró como Madrid, donde el alcalde Tierno Galván se entendió bien con el pintor y se le dedicó una plaza y un monumento sólo tres años después de su muerte, mientras que aquí el alcalde Narcís Serra no materializó una propuesta de monumento ante la catedral».

 

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