El san Jerónimo de La Tour

Muchas veces le he oído decir a mi maestro, el profesor José Milicua, que atribuir un cuadro es como reconocer a un amigo. Puede que haga mucho tiempo que no lo veas pero acabas reconociendo su rostro entre la multitud. Esto es lo que le pasó una mañana lluviosa de otoño cuando, entre varias fotografías de cuadros por atribuir que le enseñaba un conservador del Museo del Prado, el profesor señaló una y dijo “lo quiero ver”. Se trataba de un San Jerónimo leyendo de medio cuerpo que estaba en el Instituto Cervantes. Cogieron un taxi y llegaron al Instituto y pidieron verlo. Estaba colgado en un despacho, muy alto, pero el profesor enseguida se dio cuenta que era algo importante. Detrás de la imagen reconoció al pintor: Georges La Tour, el primero de los caravaggistas franceses.

¿Por qué Milicua consiguió atribuir el cuadro en unos pocos segundos?. Porque en esos segundos se concentra una vida mirando y entendiendo los cuadros. El profesor concentró en esos segundos sus años interesándose por el pintor lorenés que estudió en profundidad en la exposición de 1972. Pidió que el cuadro lo llevasen al Museo del Prado para analizarlo con más detalle. Una vez reconocida una obra siempre surge la duda entre el original y la copia y más con maestros como La Tour de cuyas composiciones se hicieron muchas copias. A diferencia de los otros dos cuadros del mismo tema del Louvre y de colección particular francesa, aquí La Tour pinta a un san Jerónimo más viejo que se sirve de las gafas para leer una carta. Al tener más edad coloca las gafas a más distancia que en las otras versiones donde están muy cercanas a los ojos. Destaca la capa de rojo intenso del santo que contrasta con el blanco de la carta y sus sutiles pliegues en primer termino y su barba y cabello de paja y plata.

Confirmadas todas las pruebas científicas el cuadro es hoy un original de La Tour, el segundo que entra en la pinacoteca nacional. El primero se adquirió en una subasta en Londres y este segundo llega gracias a la experiencia del profesor José Milicua, uno de los últimos grandes conneisseurs, establecido en Barcelona desde hace más de medio siglo pero con sus noventa años recién cumplidos ha encontrado el reconocimiento en Madrid, sobretodo desde que fue nombrado patrón del Museo del Prado en 1993 donde trabaja asesorando y descubriendo cuadros para que los disfrutemos todos.

 

Artur Ramon Navarro