Arte y política: quién salvará el comercio artístico catalán?

NUVOL GALERIES

20.12.2017

 

Cada día que nos levantamos, parafraseando el cuento de Monterroso, la crisis todavía está allí. El comercio del arte catalán, perdido en alta mar, no se sabe hacia dónde se dirige, pero la deriva hace tiempo que es una evidencia. El futuro se viste de negro, la tormenta amenaza con fuerza y ​​el camino empieza a hacer subida. Mientras tanto, en el barrio gótico quedan cuatro anticuarios contados que, casi agonizante, luchan contra viento y marea en busca del vellocino de oro.

Pero todo final viene inseparablemente acompañado de un inicio. Todo acaba y todo empieza como una rueda eterna y el último paso siempre da lugar a una de primera que retoma el camino y se convierte origen. Si queremos que todo quede como es, es necesario que todo cambie, por eso, es hora de replantear, de dar una vuelta de 180 grados y de mostrar que los catalanes, pesimistas por definición, también podemos liderar el mapa del comercio del arte mundial y romper con aquel localismo de mirada adentro que limita y empequeñece nuestras aspiraciones. Nos hace falta un giro repentino; un arriesgarse en mayúsculas que nos permita navegar lejos de la costa para vislumbrar, en el trayecto, futuros posibles y nuevas Ítacas. A veces, aferrarse a un clavo ardiendo es la mejor de las opciones.

Un ejemplo de ello es la Galería Artur Ramon Art quien, con su comitiva, se ha visto obligado a cambiar la sede de barrio y, mutatis mutandis , se ha desplazado en el corazón del Eixample. Hasta hace poco la galería de la calle de la Paja era un muro de contención que frenaba la avalancha invasivo de tiendas de chuminada varias, auténticas centrales de LEDS de nivel cero y de gran parafernalia de clara esencia, si se me permite, anacolútica, pero como todo, finalmente la realidad se ha impuesto y la presión ha cedido para dar paso a la incertidumbre.

La penuria que vive el comercio del arte catalán evidencia que hay que reinventarse, abrirse en seco sin esperar respuesta ni aprobación y saber que el secreto es que, al fin y al cabo, no hay de secreto, que la vida es un juego de ajedrez, a veces se gana ya veces se pierde, pero los pies reposan, siempre, encima del tablero esperando una jugada. El esperar pasivo no lleva cambio pero sí a la conciencia y al remordimiento de lo que se podría haber hecho y no se ha hecho. Es sabido que las cosas no cambian por sí solas, sino que cambian porque hay alguien que con determinación y convencimiento las hace cambiar, por eso, ahora, más que nunca, el arte debe ser nuestro Judas Macabeo y la llama que , a pesar de las vicisitudes, nunca se apaga. La nueva galería Artur Ramon es una isla repleta de caviar, un reducto que, teniendo un tempo propio,canela fina que hasta ahora nos faltaba.

Pero esta apuesta de luz coincide con uno de los episodios más críticos y oscuros de nuestra historia en el que se nos está negando ser como pueblo hasta el punto que se nos prohíben los colores. Si esto no fuera suficiente, en el momento de mayor debilidad, nos han tomado de madrugada y presionando con fuerza sobre la herida que hace tiempo que sangra las obras del monasterio de Sigena y, con todo, la bandera de la catalanofobia ha conseguido ondear, otra vez, con total libertad e impunidad. No es sólo el expolio material de un patrimonio que nosotros salvamos y restaurar, sino la metáfora del imperio que aplasta al súbdito todo cogiéndolo por sorpresa y muestra sus ansias de grandeza sabiendo que el otro no podrá hacer nada para defenderse y eso en mi casa, señoras y señores, lo llaman juego sucio.

Debemos ser conscientes de que se nos ha declarado la guerra y que es responsabilidad nuestra y sólo nuestra responder, con el tiempo, con la firmeza y contundencia necesarias. Hace años que hemos dejado de tener miedo porque jugamos sin defensa en el terreno de la desesperanza y en su puñetera certeza de una lógica de tótem. Como nos lo han quitado todo, ya no tenemos nada más que perder y sí, en cambio, mucho que ganar. Muchos nos querrían al patíbulo, los mismos que han iniciado un proceso de mutilación psicológica y de desgaste, un auténtico carcoma que va perforando lentamente la moral colectiva y que busca una rendición que, a estas alturas, ya no será efectiva. Ahora bien, con el lirio en la mano- y me siento decirlo- se va a pocos lugares. Somos una nación de paz, pero no de idiotas. Lo que ya decía Joan Sales y que hoy devuelve en una actualidad incuestionable: «Desde hace 500 años, los catalanes hemos sido unos imbéciles. ¿Se trata, pues, de dejar de ser catalanes? No, sino de dejar de ser imbéciles. «Empezamos, pues, a hacerle caso.

La cultura es la única que permite, en las estepas de la injusticia más cruda, saltos adelante y horizontes de luz. Los caminos de vinos y flores no han existido nunca; el tiempo dirá. Y al final de la sala de la galería Artur Ramon, como una sorpresa inaudita, asoma un corazón dorado, amarillo llama encendida, que bombea y se hace presente en la penumbra de una puerta entreabierta, encarnando la esperanza y el color prohibido. El corazón, si pensara, se detendría; igual que el art. Dejemos, pues, que la cultura nos ampare y sea nuestro timón en este mar agitado de tormentas impuestas para que, si de verdad lo queremos, no será sólo un sueño.

 

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