El Mestre de Cabestany, bajo la luz del siglo XXI

Montse Frisach | 23 de enero del 2023
La exposición Mestre de Cabestany. Destellos de mármol, que se presenta en Artur Ramon Art hasta el 24 de febrero, es fruto de una historia repleta de azares, pero también de complicidades entre tres anticuarios que han unido esfuerzos para presentar una muestra singular y difícilmente repetible dedicada al escultor más exquisito del románico catalán. Conocemos muy poco de este artista, probablemente de origen italiano y formado en Pisa, que trabajó en la Toscana, en Catalunya, en la Catalunya Nord y en Navarra, y que es conocido sobre todo por realizar la decoración escultórica de la portada del monasterio de Sant Pere de Rodes.
Sólo por la veintena de fragmentos de esta puerta que se conocen hasta ahora es suficiente para imaginar el esplendor y finura de la decoración de un centro monástico de gran relevancia en la época. El abandono del monasterio a partir de finales del siglo XVIII, el vandalismo, los saqueos y el nulo interés por la conservación del patrimonio a lo largo del siglo XIX provocó que esta rica portalada del siglo XII haya llegado a nuestros días “desnuda y muda”, como escribe Manuel Castiñeiras en el libro que se ha publicado con motivo de esta exposición, del que también es coautor Jordi Camps.
Ahora, gracias a la colaboración entre tres anticuarios y también historiadores del arte –Sergi Clavell Pi-Sunyer (Clavell & Morgades), Albert Martí Palau (Palau Antiguitats) y Artur Ramon Navarro-, se exhiben por primera vez cuatro piezas de Sant Pere de Rodes del Mestre de Cabestany, que a pesar de ser conocidas por los especialistas, nunca se habían visto ya que estaban en colecciones privadas, a excepción de una que se exhibió en la muestra Ex ungüe leonem del MNAC en el 2014. Por una serie de azares, tres de estos fragmentos inéditos fueron localizados recientemente por Sergi Clavell, mientras que el cuarto fragmento había sido adquirido por Albert Martí Palau. Fue una circunstancia única que cuatro fragmentos del Maestro de Cabestany estuvieran disponibles en el mercado.
A este hecho se sumó la prematura muerte en 2020 del historiador del arte Jaume Barrachina, director del Museu del Castell de Peralada, y coleccionista de cuatro piezas del Mestre, que legó las obras al museo y quién está dedicada la muestra. Y son estas ocho piezas -las cuatro inéditas y las cuatro que habían pertenecido a Barrachina- las que ahora conforman esta exposición. Por otra parte, mientras se organizaba la muestra, la buena noticia ha sido que las cuatro piezas inéditas han sido adquiridas por la Generalitat y una vez se cierre la exposición, pasarán a formar parte de la colección del MNAC.
La exposición se abre precisamente con un fragmento de capitel con una representación con leones en lucha de la Colección Barrachina y que es también una pieza tocada por el azar. Se trata de una obra que el historiador del arte encontró en un anticuario cuando era estudiante y que él mismo atribuyó al Mestre de Cabestany puesto que no estaba identificada. La compró pagándola a plazos y la tuvo en el comedor de su casa durante años. Es una pieza espectacular para abrir la exposición, donde también se reproduce una nueva propuesta actualizada de la situación de los fragmentos en la puerta de Sant Pere de Rodes, incluida en el libro de la muestra. Además de los mencionados, los fragmentos están repartidos en colecciones como el Museu Frederic Marès -con la espectacular pieza Aparición de Jesús a sus discípulos en el mar, por ejemplo-, el Museu d’Art de Girona; el Worcester Art Museum, en Massachusetts; en Port de la Selva y en el Museu de l’Empordà; aparte de algunos conservados in situ.
En un bonito e íntimo montaje diseñado por el arquitecto Antonio Sanmartín (aZCON architectures), la exposición tiene una escenografía que remite a la geometría de la nave de Sant Pere de Rodes y que pretende envolver al visitante en una atmósfera contemporánea que une el pasado medieval con el presente del siglo XXI. Las cuatro nuevas piezas descubiertas se exponen como suspendidas en el aire dentro de una bóveda que recuerda la parte posterior de los ábsides románicos del MNAC, el museo que será el futuro hogar de las obras. Las piezas son una cabeza de figura masculina, un fragmento con la escena de la curación de la hemorroísa, un fragmento de figura humana y un fragmento de vestimenta. Todas ellas tienen el sello inconfundible del Mestre, ya que sus obras son fácilmente identificables por un estilo muy personal, sobre todo cuando esculpe figuras. Ojos y párpados grandes, manos y pies con los dedos muy largos, agujeritos para crear efectos visuales y estéticos, el uso de un mármol de gran calidad con destellos brillantes y una gran expresividad heredada de los escultores clásicos y paleocristianos conforman una serie de rasgos que ayudan a identificar muy bien a este gran artista del siglo XII. De hecho, el Mestre de Cabestany es un “invento moderno”, como asegura Artur Ramon, ya que fue el historiador del arte Josep Gudiol quién le dio nombre en 1944 después de ir relacionando piezas con un estilo que corresponderían al mismo artista que esculpió el tímpano de la iglesia de Santa Maria de Cabestany, en el Rosselló.
Precisamente por este estilo tan marcado del Mestre es fácil distinguir cuando un fragmento no es completamente del artista como es el caso de una cabeza masculina de la Colección Barrachina, que tiene algunos rasgos del “estilo Mestre de Cabestany” como un uso más ligero del trépano o los pómulos marcados, pero que se ha atribuido al taller del escultor. Y es que los grandes maestros medievales se desplazaban de un sitio a otro con un equipo de colaboradores, eran empresas nómadas de artistas. Las demás piezas de Barrachina presentes en la exposición son un fragmento de capitel de tipo corintio y un precioso fragmento de relieve ornamental.
El hecho de que hayan llegado estas pequeñas pruebas del pasado esplendoroso de Sant Pere de Rodes hasta la actualidad se debe también, no sólo al azar, sino a la voluntad de conservación de algunas personas que en un momento determinado de la historia tuvieron conciencia patrimonial. Algunas de estas piezas fueron halladas en el suelo cercano al monasterio por un pastor que las conservó en su casa. Las siguieron conservando sus herederos, por lo que finalmente ahora han podido pasar a formar parte del patrimonio colectivo, a pesar de las vicisitudes sufridas a lo largo de los siglos.
Los tres anticuarios responsables de la exposición sospechan que, a raíz de la muestra, tal vez acaben apareciendo otras obras del Mestre de Cabestany, que el azar, la voluntad de algunos o la benevolencia del paso de los siglos han permitido salvaguardar. Por eso y por la difusión de conocimiento en torno a una de las cimas del arte románico catalán, vale la pena el esfuerzo que se ha hecho para organizar esta exposición. Con ella también se evidencia que, sobre todo en los tiempos que corren, la colaboración y complicidad entre hipotéticos “competidores” acaba siendo un buen camino para que finalmente todo el mundo acabe ganando.