Salón, biblioteca y sillas fernandinas

EL PERIODICO

Martes, 19/12/2017 

 

La galería Artur Ramon Art abre nuevo local en el Quadrat d’Or inspirado en las salas privadas europeas

 

Todo cambia. El mundo del arte, también. Los barrios de Barcelona, más. La galería tienda ya no basta. Los coleccionistas son globales. Y el público local tiende más a la venta de lo heredado que a la compra de lo nuevo. La calle de la Palla no es lo que era antaño: vía de anticuarios y libreros. Y el Quadrat d’Or ha dejado de ser el ‘chinatown’ que fue en los 90 para recuperar el esplendor del pasado. Y vecinos. Con posibles. Quizá Ildefons Cerdà acabará teniendo razón, y el eje de su plan será el que previó: el paseo de Sant Joan. Todo cambia, sí. Y la histórica galería Artur Ramon Art, también. Ha dejado la calle de la Palla, allí donde abrió puertas en 1943. El turismo ‘low-cost’ y las tiendas de suvenirs han copado el espacio. Así que los galeristas, Artur y Mònica Ramon, han liberado metros en el Barri Gòtic. O sea que ahora hay que ir a buscarlos en el Eixample. En el número 19 de la calle de Bailèn. Es un cambio de ubicación, por supuesto. Pero es mucho más. Es un nuevo concepto. Una nueva generación. Es renovarse para avanzar. Es un ‘reset’. Es una galería 3.0. 

Resumiendo, ¿qué es? «Un espacio de arte, un laboratorio, un centro de investigación, de asesoramiento, de tasación y de debate... Un lugar donde pasan cosas y que no tiene el formato clásico de galería tradicional», explican. Arriba y abajo. Público y privado. Clásico y contemporáneo. Veamos, está bien tener un escaparate. De manera que a nivel de calle hay el local expositivo, abierto a todo el mundo y con muestras que unen las antigüedades y el arte más actual. Vean si no la exposición ‘Tiempo imaginario’ de Pamen Pereira: Las vajillas de plata con historia vuelan, literalmente, por los aires. Y en el primer piso, la galería privada. La que da intimidad y discreción. La que necesita cita previa. Ya sea para ser asesorado o para abrir la billetera. Tiene aspecto de piso: «Se trata de recuperar el ambiente de una casa, de darle calidez, de que el cliente se sienta cómodo. Cualquier espacio está bien para recibir. Ya sea el despacho o el salón».  Contenido y continente se dejan admirar. Una consola genovesa del siglo XVIII por aquí, un ‘nonell’ por allá… Además de gabinete de dibujo al uso, inspirado en el que Rafael Moneo diseñó para el Prado, y pared con piezas de cerámica que parece salida de un museo de artes decorativas.

Y también hay (y habrá), en la primera planta, muestras al uso. Pero de clásicos y pensando en los coleccionistas. La idea es «fomentar un coleccionismo culto, y recuperar  la mejor tradición del anticuario como ‘connoisseur’  y transmisor de conocimiento». La que ahora luce lleva por título ‘Quatre caravaggistes: Bassetti, Borgianni, Carcciolo y Ribera’ y está comisariada por Gianni Papi. Poca broma, el italiano es el gran experto en el tema y es el historiador que abrirá, en breve, el ciclo de conferencias que quiere potenciar la galería.

En la liga internacional

Para entrar (y curiosear a la par que cultivarse), las ponencias son una buena excusa, están abiertas a todo el mundo y ocurren en la parte privada. Si no, hay que buscar un buen motivo para acceder a la biblioteca.  La brindan a estudiosos e investigadores. Seis mil volúmenes, del siglo XVI a la actualidad. No es única en contenido. Las hay de especializadas con fondos iguales o más importantes. Pero sí es singular en ambiente. No estudiar ahí es imposible. Tan imposible como estudiar. El caso es que el local respira la atmósfera perfecta para la concentración: luz natural y paz espiritual. Pero la vista se va en los detalles: la ‘boiserie’ con pátina que acoge los libros, los bustos de Ismael Smith y Manolo Hugué que coronan el mueble, las mesas de Norman Foster, las sillas fernandinas, las mismas que en el Palacio Real ponen sus regias posaderas los anfitriones, e invitados, de las cenas de gala…

Todo está sumanente cuidado. Pero es que el objetivo es ambicioso. «El 80% de nuestra facturación está en el extranjero. Tenemos una vocación internacional muy potente, y queremos que cuando este público de fuera venga a Barcelona tenga una referencia». Así que han implementado el modelo anglosajón. Una tendencia del mercado en la que lo tradicional pierde peso. Ahí están Colnaghi y Daniel Katz en Londres y Brimo en París. «Es la liga en la que queremos jugar», sentencian.

 

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